Su voz cantó como nadie el dolor del racismo y su trágico derrumbe por las drogas.
Hace 65 años, Billie Holiday moría sola en un hospital y custodiada por la policía. Una vida muy dura signada por un don maravilloso, que lograba transmitir como nadie las penurias de los afroamericanos en la época de la segregación racial.
Tuvo una voz única, una personalidad fuerte, una vida trágica. Todo en su vida fue muy veloz, todo llegó antes de tiempo. El dominio de su arte, el éxito, los problemas, el derrumbe, la muerte. Una vida demasiado breve y cruel. Una artista genial que se derrumbó tras las drogas, el racismo, la incomprensión. A la que no le bastó su don para lidiar con las ásperas facetas de su mundo cotidiano.
Frank Sinatra en 1958, cuando lo mejor de la carrera de Billie Holiday ya había quedado atrás, dijo sobre ella: “Lady Day es sin el menor lugar a dudas la influencia más importante del canto popular en Estados Unidos de los últimos treinta años”.
Hasta se pude afirmar que Frank se quedó corto. Billie Holiday fue, probablemente, la más importante cantante popular del siglo XX (Ella Fitzgerald y Aretha Franklin podrían ser las otras dos integrantes del podio).
A los 11 años, Billie fue violada. A los 12 ya trabajaba de lo que podía y se había iniciado en el alcohol y el cigarrillo. Un par de años después se dedicó a la prostitución. Hasta que a los 16 se reencontró con su madre y empezó a servir las mesas en un local nocturno en el que su madre hacía la limpieza. A ese lugar acudían muchos músicos de jazz luego de terminar sus actuaciones. Se quedaban hasta tarde (o hasta temprano: por lo general ya había amanecido cuando se retiraban) y la chica que atendía las mesas se animó a cantar por primera vez. Todos quedaron deslumbrados.
Alguien le recomendó que cambiara su nombre. Dejó el Eleonora Fagan que figuraba en su partida de nacimiento. Tomó el apellido del padre y el nombre de Billie Dove, diva del cine mudo que admiraba.
Luego pasó al Café Society, en el que se instaló como cantante. El rumor empezó a correr, el local a llenarse todas las noches y los músicos acudían a ver la nueva sensación del jazz. Los contratos discográficos y las ofertas para integrarse a las agrupaciones de músicos afamados no tardaron en llegar. Billie condensaba lo mejor de la tradición, de sus antecesores recientes; allí estaban los trazos de Bessie Smith y de Louis Armstrong. Pero al mismo tiempo inauguraba una manera de cantar.
Fuente: Infobae